¿QUÉ ES ADORACIÓN?
Alabar es hablar bien de alguien, expresar admiración por alguien, hacer cumplidos, recomendar, felicitar, aplaudir, elogiar, lisonjear.
Adorar es expresar reverencia, tener un sentimiento de temor, inclinarse delante del objeto de adoración, rendir homenaje.
La adoración es la forma más elevada de alabanza. Por lo general, empezamos a alabar y acabamos adorando.
Adorar es primero que nada una actitud del corazón. Es la ocupación reverente del corazón humano hacia su Creador.
Es paladear o saborear la admiración que sentimos hacia Dios. Es una sensación interna de temor y respeto hacia el Todopoderoso.
Segundo, es un REBOSAR O FLUIR de esos pensamientos y emociones que fluyen espontáneamente. No tienen que ser impulsados ni forzados. Nuestra copa, así como la de David, debe
Tercero, es el DERRAMAMIENTO del alma en profundas expresiones de reverencia, temor, maravilla y adoración.
La alabanza y adoración no son opciones que podamos decidir hacer o no hacer como si fuera un capricho o antojo. Es un mandamiento de Dios.
Cuando la Biblia dice: "ALABAD A JEHOVÁ DIOS", no es una sugerencia o súplica, sino más bien un mandato. No hay excepciones
Dios nos dice en el Salmo 50:23: "El que sacrifica alabanza me honrará...". Todo acto de adoración sincera glorifica a Dios.
Hay personas muy queridas en las iglesias que cruzan los brazos, bajan la cabeza, fruncen los labios y dicen: “Esta es mi manera de alabar al Señor.” Están equivocados porque, primero que todo, no existe una cosa tal como “ni manera” de alabar al Señor; sólo existe “la manera de Dios” que se ha demostrado con claridad en las Escrituras. Y en segundo lugar, la Biblia demuestra que la alabanza se ha de declarar o manifestar. El Salmos 66:8 exhorta: “Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, y haced oír la voz de su alabanza.” La alabanza existe cuando se expresa o demuestra. Es decir, es imposible alabar con la boca cerrada y el cuerpo agachado. En esa posición se puede adorar, meditar, orar o dormir, pero no alabar. El profeta exclamaba:
“Levanta fuertemente tu voz… levántala, no temas” Isaias 40:9.
Se puede preguntar: “Pero, ¿cómo puedo alabar cuando me siento deprimido?” La respuesta se puede hallar en los Salmos, pues los escribieron hombres que también sufrieron profundas depresiones emocionales. Un salmista describe sus sentimientos de esta manera: “Mi alma está abatida en mí.” Entonces se pregunta: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?” Luego se dice con firmeza: “Espera en Dios.” Su declaración siguiente muestra de modo hermoso la disciplina de la alabanza: “Porque aún he de alabarle” Salmos 42:5-6. El Señor quiere que todos los creyentes lleguen al punto en que decidan alabarlo sin importar cuáles sean los sentimientos y circunstancias.
Cuando se tiene verdaderamente la impresión de la grandeza de Dios, la alabanza viene con facilidad. Una manera deleitosa de concentrarse en el carácter de Dios es estudiando sus nombres. La alabanza en el Antiguo Testamento se interesaba en el nombre de Dios. “Alabaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno.” Salmos 54:6. “Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre” Salmos 34:3.
¿Por qué se debe alabar al Señor?
Primero que todo, se le alaba porque así se ordena en su Palabra Salmos 150:1. Obsérvese que Dios no pide que se le alabe. Porque los reyes no piden sino que ordenan. Uno podría preguntar: “¿Por qué Dios exige la alabanza? ¿Es un egoísta que se complace en la adulación?” No es que Dios necesite las alabanzas, sino que sabe que sus hijos necesitan alabarlo. La alabanza no beneficia a Dios (Él es Dios, ya sea que se le alabe o no); Dios ha ordenado la alabanza para el bien de sus hijos.
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